Qué difícil es amar…
Nos
debatimos por la vida, intentando descubrir su significado, intentando resolver
el enigma que nos atormenta a todos de una manera u otra: ¿De dónde venimos? ¿A
dónde vamos? ¿Qué somos en realidad? Y entre todos estos enigmas, hay uno muy
grande que intentamos responder en el día a día: ¿Qué es lo mejor para mí? Hay
quienes dicen que solo Dios conoce esta respuesta y que solo él puede
responderla, pero nosotros como seres humanos debemos responderla de una u otra
manera. Para hacerlo, vamos como niños perdidos en el bosque intentando
descubrirlo, entre lágrimas, sonrisas, llantos y carcajadas. Y a medida que
vamos creciendo creemos que todo mejorara, que todo se volverá más claro, menos
confuso, menos doloroso, todo para descubrir que se vuelve más complicado entre
más vemos el mundo, entre más conocemos. Nos encontramos gente nueva, tierras
nuevas, retos nuevos y todo esto lejos de responder la pregunta, nos confunde
más, ya que descubrimos que aquello que ya habíamos respondido tiene diferentes
respuestas.
Es
por eso que a esos seres divinos a los que solemos amar tanto, y que
denominamos padres, se debaten en el peor de los retos: enseñar a sus hijos a
ser hijos, cuando ellos aún están aprendiendo a ser padres. Y digo que son los
que tienen el peor reto porque deben intentar enseñar a sus hijos a ser seres
humanos cuando ellos aún están aprendiendo. Nos podemos encontrar padres
orgullosos que creen saber de lo que se trata la vida, pero la realidad es que
nadie lo sabe. Todos estamos aprendiendo cada día, cada hora. Los grandes
sabios de nuestras historias han muerto sin siquiera entender la vida, aunque
hayan dedicado su vida entera a descubrir la respuesta. Considero que el primer
concepto que un padre debe entender es aquello que sublime Dr. House dijo una
vez: “No importa que tanto se esfuerce un padre, que tanto ame a sus hijos, al
final a todos nosotros nuestros padres nos arruinan de una u otra manera”.
Puede sonar hostil, e incluso despectivo en cierta manera, pero en esa frase
hay un consuelo: no puedes evitar dañar a tus hijos. Aun así, esto podría parecer
que condono a todos aquellos padres que dañan a sus hijos, pero no es así, ya
que lo que pretendo hacer ver con esto es que los padres deberían considerar
que ni siquiera ellos lo saben todo, siguen aprendiendo y deberán aprender
junto a sus hijos con todo el amor posible. Ya que el amor que sienten hacia
sus hijos podría llegar a cegarlos.
Regreso
a mi frase inicial: qué difícil es amar. Si los padres lo tienen tan difícil al
amar a sus hijos, que son personas con experiencia, con sabiduría; véase aquí que
hablo de padres que hayan tenido a sus hijos a una edad adecuada; ¿qué hay de
aquellos que amamos a otra persona que un día apareció en nuestro camino, se
introdujo en nuestras vidas y ahí hizo su hogar en nuestro corazón? De lo que
es el amor hay artículos, ensayos, estudios y demás, intentando descubrir que
es el amor, llegando a descubrir que el amor es un ser viviente en sí de mil
formas, rostros, colores y sabores, pero hay algo en lo que todo coincide: amar
es anteponer las necesidades del otro sobre las nuestras. ¡Qué difícil! Si ya
establecí que muchas veces no podemos saber lo que es mejor para nosotros
mismos, ¿Cómo sabremos qué es lo que necesita el otro? Ya que lo peor es que al
no saberlo, caemos en un error grave: no sabemos que necesitan, pero creeremos
saber qué es lo que no necesitan e inevitablemente, tarde o temprano, querremos
defender a quien amamos, evitar que se vaya por un camino equivocado o
simplemente querremos evitarle el dolor, y en el hacerlo podremos caer en la sobreprotección.
¿Cómo diferenciar cuando estamos protegiendo y cuando estamos sobreprotegiendo?
¿Cómo evitar caer en el orgullo de decir: yo sé que eso no está bien para él o
ella? Ya que muchas veces caeremos en el error de que porque una u otra
experiencia causa dolor es mala; lo cual es un error porque muchos tipos de
dolor enseñan.
Considero
que una de las reglas de oro para el amar a nuestra pareja es no paternalizar,
no demasiado. Ante nada, nosotros, como parejas, somos cómplices de juegos y
travesuras, somos amigos en la locura y amigos en la felicidad, somos guardianes
y somos protegidos, somos consejeros y aconsejados, somos, sobre todo, un
complemento.
En
el camino cometeremos errores, nos fustigaremos por ellos e incluso los
lloraremos, pero lo importante es ponernos de pie y compensar nuestro error después
de un sincero y honesto: lo siento mucho, lo hare mejor la próxima vez. Ya que
si dijéramos: no volverá a pasar, mentiríamos descaradamente. La aceptación de que como seres humanos somos
imperfectos; perfectibles hasta cierto punto; y de que los errores serán parte
de toda relación, encontraremos la voluntad para irlo haciendo mejor cada vez,
siempre y cuando estemos dispuestos a querer mejorar.
Qué
difícil es amar, pero no por eso dejaremos de hacerlo.
El amor no hace girar al mundo. El
amor es lo que hace que el viaje valga la pena.~ Franklin P. Jones