Cuando se busca un lugar para escribir,
se debe pensar en el mejor de los paraísos terrenales de tranquilidad e
inspiración. Un lugar donde tus pensamientos se vuelvan reales y tu imaginación
se desboque como un caudal. Una habitación donde te encierres con tus
pensamientos e ideales, y donde te encuentres contigo mismo y con tu otro yo, o
mejor dicho, con tus millones de otros yo para que puedan ser volcados en una
hoja en blanco en forma de personajes carismáticos. El lugar debe volverse un
santuario de privacidad tan silencioso que puedas escuchar esas vocecitas en la
cabeza que desean contarte su historia. Una bóveda impenetrable donde solo estés
tú y cualquier otro elemento que fomente la inspiración. Eso sí, sin ventanas
hacia algo distractor como una televisión o un paisaje exterior de movimientos
embelesadores. Debe ser un lugar donde llegues en comunión con tu musa, un lugar
donde puedas seducirla, llevarla a la cama y hacerle el amor con dulzura y ternura,
con pasión y deseo, con gritos y lágrimas, con risas tímidas y carcajadas. En término,
un lugar de intimidad. Porque a veces tú musa se alocará y te pedirá a gritos
ser violento y bestial o alocado y espontaneo. Nunca sabes que te pedirá o que
te brindará, y conviene en esos momentos
no ser interrumpido.
Tal
vez por estos momentos ocurra uno de dos efectos, o estés pensando en tu lugar
ideal, o estés preocupado porque en tu casa no encuentres tal privacidad.
Tranquilo, tal vez todo esto suene muy romántico, pero en realidad, lo más
seguro es que termines escribiendo con los audífonos puestos mientras escuchas música en el patio a lado de la lavadora en funcionamiento. La realidad es que salvo que cuentes con el
dinero suficiente, el lugar idealizado pocas veces llega. Lo mejor es encontrar
tu edén privado en un espacio realista.
En
mi caso a veces escribo en el cuarto, el cual comparto con mi hermano menor,
por supuesto que lo exilio primero, otras veces en el patio, bajo las estrellas
en una mesa de jardín, otras en la mesa de la cocina cuando la familia está
dormida. En todos estos casos, seguido
se encuentra de fondo algún ruido diurno, y lo mejor es ponerme los audífonos y
dejarme llevar por la música. Otras veces aprovecho
cualquier momento de silencio en el hogar. Lo más importante es que ya conllevo
un método de preparación mental y aislamiento que dispara mi imaginación y me
permite olvidarme de mi entorno.
Realmente
no importa si escribes sobre un escritorio de caoba en una computadora de última
generación o en la vieja Pentium IV aislada en el cuarto de tu
hermanita. Lo importante es saber que cuando tocas el teclado o la pluma, es tu
momento, que así como el guerrero toma su espada para enfrentar al dragón que
brota de la cueva escupiendo llamaradas, tu tomaras tu imaginación y
creatividad y enfrentaras la hoja en blanco dispuesto a llenarla de las más
hermosas e inspiradoras creaciones traídas del mundo de las ideas. Y en tu
momento solo importas tú y esos personajes que rondan por tu mente pidiendo a
gritos existir.
Por
lo tanto, seguirás el mandamiento de todo escritor a la hora de trabajar: no
distraerse.
Visualiza
esto: El personaje principal está a punto de enfrentar el mayor reto de su
vida, ese suceso que cambiará su vida para siempre y lo convertirá en el ser que
siempre quiso ser, se encuentra bajo la mayor tensión de su vida, el sudor cae
sobre su frente, las palabras se anudan en su garganta mientras su corazón se
retuerce en el deseo de hacerlo actuar, y justo en ese momento… grita tu padre
para pedirte que vayas por las tortillas. No, no, ¡no! Te puedo asegurar, que en la gran mayoría
de los casos eso será la perdición del momento que seguro te será imposible
recobrar. Aunque en algunos momentos muy
extraños eso será tu salvación y sacaras algo provechoso de ello. Pero mejor no
arriesgarse.
Ahora que has leido esto, create tu espacio ya sea en un lugar real o mental. El
escritor imagina solo, piensa solo, escribe solo, crea solo, y por lo tanto, en
este momento deberá estar solo.
“No
pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia.
Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de
tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene
la vida del cuento”.
Horacio Quiroga – Decálogo del perfecto cuentista.
Bienvenido, ya se te extrañaba, y vuelves con una exelente entrada.
ResponderEliminarDespués de leer tu publicación me dieron ganas de seducir a mi musa y tal vez lo haga.
Por cierto, me encantó la cita de Quiroga.